Trabajando en equipo buscan los materiales, montan los planos y construyen sin descanso, y al cabo de un tiempo, lo terminan; un pequeño navío, no mucho más que una chalupa, pero hecha con cariño y esfuerzo, y suficiente para ellas.
Sin poder más con las ganas vuelven a recorrer el camino hacia el mar, casi corriendo.
La aldea se congrega en el acantilado, alrededor del faro, y los saludan desde lo alto, con sonrisas de orgullo en sus caras.
Los niños alzan velas y saludan a los aldeanos, y con a partes iguales emoción y miedo, se lanzan a la mar.
La cálida luz del faro los alumbra y guía hasta que se meten en mar abierto.
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¡Buffff!
Con tanto ajetreo, os ha entrado una sed…
¿Por qué no buscáis la fuente más cercana (dentro del bosque)?
Quien sabe, puede que halléis incluso la siguiente pista…