El niño abrió los ojos y solo vio verde. Su ropa era vieja y estaba raída, y tenía frío y miedo.
Tiritando, se levantó, con las piernas temblando, y miró a su alrededor. Le rodeaban enormes plantas y árboles, miles de frutas y coloridas flores; estaba perdido en medio de la selva.
Era un sitio precioso, pero a él, solo y pequeño, le parecía un enorme laberinto natural. Empezó a caminar, no podía quedarse ahí, tenía que encontrar comida y refugio.
Al cabo de unas horas colapsó, y se quedó dormido, muerto de cansancio.
Un cosquilleó en su mejilla lo despertó, pero cuando abrió los ojos, soltó un alarido. Delante de él, a un palmo de su cara, había un lobo. Uno de verdad, con ojos grandes y colmillos más grandes aún. Cuando se atrevió a mirar alrededor se dio cuenta de que no estaban solos, otros cuantos lobos y lobeznos se esparcían entre los árboles.
El lobo y el niño se miraron al uno al otro, en silencio, y poco a poco el niño se relajó. El lobo era grande, sí, pero no tenía un aspecto feroz, parecía casi amigable. Entonces el lobo entornó la cabeza y habló:
– ¿Qué haces aquí solo, cachorro?
Era una voz profunda, pero amable y cálida, y el niño se relajó aún más.
-Me he perdido.
El lobo se acercó más, hasta colocarse alrededor del niño como en un abrazo.
-Ya no estás perdido, ahora estás con nosotros. Eres parte de nuestra manada, y te cuidaremos como tal.
El niño sonrió, y se acurrucó contra el pelaje del lobo. Ya no tenía frío.
Era un sitio precioso, pero a él, solo y pequeño, le parecía un enorme laberinto natural. Empezó a caminar, no podía quedarse ahí, tenía que encontrar comida y refugio.
Al cabo de unas horas colapsó, y se quedó dormido, muerto de cansancio.
Un cosquilleó en su mejilla lo despertó, pero cuando abrió los ojos, soltó un alarido. Delante de él, a un palmo de su cara, había un lobo. Uno de verdad, con ojos grandes y colmillos más grandes aún. Cuando se atrevió a mirar alrededor se dio cuenta de que no estaban solos, otros cuantos lobos y lobeznos se esparcían entre los árboles.
El lobo y el niño se miraron al uno al otro, en silencio, y poco a poco el niño se relajó. El lobo era grande, sí, pero no tenía un aspecto feroz, parecía casi amigable. Entonces el lobo entornó la cabeza y habló:
– ¿Qué haces aquí solo, cachorro?
Era una voz profunda, pero amable y cálida, y el niño se relajó aún más.
-Me he perdido.
El lobo se acercó más, hasta colocarse alrededor del niño como en un abrazo.
-Ya no estás perdido, ahora estás con nosotros. Eres parte de nuestra manada, y te cuidaremos como tal.
El niño sonrió, y se acurrucó contra el pelaje del lobo. Ya no tenía frío.
Habeis llegado a la primera ubicación, ¡enhorabuena!
Estais en un sitio que poco conoceis, ¿verdad?
El primer reto es el siguiente: Teneis que mandarnos una foto a berribide@berribide.org en la que se vea la parroquia e imiteis la siguiente figura:
Estais en un sitio que poco conoceis, ¿verdad?
El primer reto es el siguiente: Teneis que mandarnos una foto a berribide@berribide.org en la que se vea la parroquia e imiteis la siguiente figura:
Una vez nos la mandeis os mandaremos el siguiente QR (al correo desde donde nos mandasteis la foto).
¡Suerte!
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