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Pista 11

El niño duda, ve a sus compañeros escoger diferentes caminos, algunos solos, otros acompañados, pero todos con una sonrisa en los labios.

Es la seguridad de sus compañeros lo que le anima. Cierra los ojos, escucha los sonidos de su alrededor, piensa en quién es y todo lo que ha aprendido desde la manada, y se echa a andar.

Se alegra de ver que no va solo, algunos amigos se han quedado con él, así el camino se hace más ligero.

Así que echan a andar, con una mochila a cuestas y las botas bien atadas, a hacer su camino con cada paso.

En el camino se encuentran aún más aventuras y futuros recuerdos, se encuentran a gente que necesita su ayuda, y el niño, sin dudarlo, se para a colaborar. Después, satisfechos, siguen su camino, siempre alerta de seguir el rumbo correcto, de parar a descansar y ayudar siempre que haga falta.

El camino no acaba, pero se bifurca y separa más veces, y al final, hay un cruce que le llama la atención. Es una senda rodeada de piedras y árboles, y no puede ver exactamente el final, solo oye risas de niños y gritos de alegría, y ve la punta de un mástil, con una bandera ondeando a lo alto.

Sonríe, y escoge ese camino.

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Tres círculos de madera vigilan el bosque de Zabalgana.
Tres círculos de madera que nunca se miran entre sí.
Tres círculos de madera protegen la pista.
Tres círculos de madera que te ayudarán a descansar a ti.

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