Espere un segundo

Pista 10

Después de meses en el mar, cuando el niño pisa tierra firme, se marea. Delante de él, el faro es mucho más grande de lo que parecía desde el mar, pero es una vista reconfortante.

Mira a sus amigos, y con un encoger de hombros, echan a andar, dejando la pequeña nave y el mar atrás, pero sin olvidar todo lo que han aprendido entre las tormentas.

Caminan sin parar, charlando, rememorando viejos tiempos, como cuando exploraban para la aldea, pero esta vez con paso mucho más firme, con las ideas más claras, sabiendo cuántas cosas pueden hacer.

Kilómetros después paran, porque ante ellos, el camino se separa.
Lo que antes era una senda caminada, con un rumbo claro, ahora son muchos, muchísimos diferentes caminos.

Uno es estrecho, rodeado de zarzas, y lleva a un bosque oscuro, intrigante.

Otro es una carretera, lisa y oscura.

Otro es un sendero de tierra, que lleva a una montaña.

Y así, otro y otro y otro.

Todos se miran unos a otros, sin saber qué hacer, pero deben seguir hacia delante, no hay manera de volver atrás.

Al final, sintiéndose más o menos seguros, cada uno escoge su senda.

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Allá donde el bosque se encuentra con el metal.

Allá donde el aire puro se junta con el industrial.

Allá donde el paisaje se rompe, encontrareis la siguiente pista.

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